Decorando galletas

Como ya os avancé hace unas semanas últimamente persisto en la idea de volverme refinada. ¿Conseguirá vestirse de seda la mona o se quedará en mona? Bueno, si algo soy es persistente. Leáse tozuda, pesada, insistente. Por eso tras los cupcakes me he puesto  con las galletas glaseadas. Y la experiencia tengo que decir ha sido fantástica. 

Y todo gracias a Annabel de I love cookies.  Annabel ha sido un soplo de aire fresco. Sencilla, próxima, sin escatimar en conocimientos, con soluciones caseras para ahorrarte en trastos caros e inútiles. Tal y como a mi me gusta.

Una auténtica clase de manualidades esto de hacer galletas. Las horas volaron sin darme cuenta. La clase se hizo corta.


Cierto es que mi mariposa acabó bautizada como "murciélago de camuflaje" y mi sombrero se parecía a una tarta, pero la experiencia ha sido enriquecedora. Seguramente el azúcar glas y la mantequilla contribuyeron un poco pero más la sensación de estar creando una pequeña obra de arte. Digo pequeña porque las mías fueron "mini obras" desde el punto de vista puramente artístico.



Desde la masa, al glaseado y a una  pausa café para dejar secar el glaseado y continuar decorando.



Toda una paleta de colores lista para esta aprendiz de repostera, panadera y ahora más que aprendiz de artista. 


Este fin de semana me puse a manos a la obra, creo que demasiado ambiciosamente, con unos Barbapapas. Me ilusioné viendo como me salía el contorno y el relleno y me desesperé cuando convertí este personaje infantil en una especie de fantasma con el rimel corrido a las 7 de la mañana. Ignorando los comentarios sarcásticos de mi hijo mayor y mi pareja, he preferido ver la sonrisa de la peque al señalarlas mientras dice Barbapapa. Al menos no está todo perdido, como la experiencia registrada en este foto.



Un dulce beso glaseado entre harinas.


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