8 de marzo - Un clavel por los derechos de cada mujer


“El grado de civilización de una sociedad se mide por el grado de libertad de la mujer.” 
(Charles Fourier)

6:30. Suena el despertador. La noche fue movida. N se despertó varias veces. Me acurruco en la cama y me permito dormir hasta las 7:20. Hoy empezaré a las 8. Una excepción, ya que a fin de poder ganar horas al día y tener un tiempo para mí, suelo despertar al sol. 

En la cocina oigo a mi hijo mayor prepararse el desayuno. Me levanto para robarle ese beso de adiós que aún le apetece darme. Desayuno frugal con cereales. Tengo que encender el ordenador. 

Me siento afortunada. Trabajo siempre que puedo desde casa, lo que me permite "conciliar" mejor. Puedo empezar antes para salir a una hora que me permitir ir a buscar a N. Me ahorro el tiempo del transporte. 40 minutos ir y 40 volver. Soy yo quién ha escogido esta opción. Mi compañero sigue en la oficina. 

Entre mail y mail, report y alguna que otra cosa más, pongo la lavadora, vacío el lavaplatos y pienso en la comida de mi hijo. El café lo hago delante del ordenador, la comida es rápida y fugaz. 

Pienso en la gente de la oficina que se bajará a tomar un pitillo para charlar, que se encontrará en el comedor para comer, tomar un café y romper la rutina.  Conciliar tiene un precio.

Apuro hasta el último minuto para bajar a buscar a la pequeña. Otra ventaja de conciliar. Puedo trabajar 40 minutos más porque la guardería esta cerca.

Empieza mi segunda jornada. Buscar actividades para la peque hasta que llegue mi compañero. Esto implica que las actividades se alarguen a veces hasta pasadas las 7: Babybongo, visita a casa de Paola, ludoteca...La vuelta suele ser una lucha entre rabietas y zapatos que lanza del cochecito a modo de rebelión.

Antes miro la agenda de mi hijo, la plataforma digital, organizo sus tareas y me pongo en el papel de guardia civil con falda y sin tricornio. Me aseguro de que vendrá el profesor de inglés, mientras empujo el cochecito al ascensor del metro, miro que pueda ir a dibujo y que no le hace falta nada de material, lo acompaño.

Las 8. N ya está duchada, se ocupa mi compañero. Yo acostumbro a hacer la cena. Y nos "peleamos" para no darle de cenar. Es el infierno. La gota que hace que anheles como el aire que respiras una botella de cerveza y tumbarte en el sofá. Mientras pienso soñadora en ese pan que quiero hacer, el taller de sushi del sábado y aprovecho para actualizar el blog y responder los mails de la asociación para que todos tengan plaza en la próxima escuela de padres antes de preparar la cena y robar unos momentos en el sofá viendo una serie medio dormida. No me acostaré hasta pasadas las 11 o a las 12.

Me siento cansada y sin embargo afortunada. Afortunada por ser mujer. Afortunada por formar parte de esta masa con frecuencia amorfa que tanto ha luchado por una sociedad más justa, para los derechos de ellas y de sus hijos.  Orgullosa de ser parte de ellas. Y triste por ver que tantas otras siguen que tener luchando por el simple hecho de ser mujer, por tener una educación y un trabajo, para poder salir de casa.

Nos queda mucho por lo que luchar. No olvidemos, no nos acomodemos. 

Feliz día a todas y cada una de vosotras.


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