Bizcochos de soletilla caseros

A Julia le gustaba estar sola. Disfrutaba del silencio de la casa como si se tratara de un néctar precioso. Entre semana cenaba sin prisas y de forma ligera. A veces acompañada de la tele, otras en el ordenador y muchas otras se apresuraba para enrollarse en el sillón con un buen libro entre las manos. Cuando empezaba el buen tiempo le gustaba sentarse en el balcón por la noche, alumbrada por la farola más próxima y acompañada de una buena copa de vino blanco. Los fines de semana daba gracias por no compartir el cuarto de baño y alargaba sus duchas sin ningún halo de remordimiento. Esos días, sus gestos se hacían más lentos. Al abrir el balcón sonreía al mundo. Nunca, nunca, en sus ya bien entrados 30 años se había sentido tentada en compartir su espacio. Ni el hecho de verse rodeada por los hijos de sus amigas, ni los muchos intentos de estas por conseguirle pareja. Bueno, había habido tenido alguna historia, claro, pero sus ansias de soledad habían alejado cualquier posible pretendiente. Esto a Julia no le preocupaba, lejos de ello lo vivía con el orgullo de quién teje su propio camino. Se gustaba y se sentía feliz. Y esa felicidad se reflejaba en su rostro infantil, casi sin rastros del tiempo.

La noche de un mayo naciente se despertó empapada en sudor. Había soñado con su madre. No recordaba qué, solo veía sus manos. Encendió la luz de la mesilla e intentó leer pero su mente intentaba conectar sus recuerdos en vano. Imposible dormir. Abrió el balcón y se dedicó a mirar el mundo bajo sus pies. Por la mañana la ducha fue más corta, se apresuró a vestirse. Un buen desayuno la ayudaría a calmar su desasosiego. Entró en la panadería más cercana y allí estaba. La mano de su madre sujetando las soletillas.



A veces nos complicamos la vida buscando alrededor cuando lo más simple es lo que más nos reconforta.

Siempre me ha costado encontrar este postre cuando lo he necesitado para hacer tiramisús o charlottes, ignorando que eran de una sencillez casi insultante. Creo que ahora ya puedo decir que me he puesto en paz con los desayunos de antaño: los churros y los "melindros". Solo me faltan los huevos fritos que me hacía mi padre los sábados por la mañana cuando llegaba de su turno de noche.



Bizcochos de soletilla
Ingredientes: 3 claras de huevo, 3 yemas de huevo, 90 g de azúcar, 90 g de harina floja, azúcar glas para decorar

Elaboración: Precalentamos el horno a 180º. Separamos las yemas de las claras y montamos las claras a punto de nieve. Mientras montamos las claras vamos añadiendo el azúcar en tres veces. También se lo podemos añadimos al final, cuando estén casi montadas del todo. La diferencia es que haciendolo en tres veces perderemos algo de volumen pero ganaremos en textura. Si lo añadimos al final obtendremos mayor volumen. Y si lo hacemos de golpe al principio será un desastre y no montará bien. Una vez montadas las claras añadimos las yemas pero solo le damos una vuelta con la batidora. Paramos la batidora y añadimos la harina previamente tamizada en tres veces, envolviendo con una espátula a mano. Cuando ya se haya incorporado bien la harina, ponemos la masa en una manga pastelera con una boquilla del 10 o que sea un poco grande. Colocamos un papel de hornear sobre una bandeja y vamos haciendo las soletillas con la manga. Es muy fácil de veras. Las hacemos un poco separadas las unas de las otras. Una vez las tengamos las pasamos por azúcar glas. La forma correcta es volcarlas boca abajo sobre el azúcar. Pero esto conlleva el riesgo de destrozarlas. Por lo que yo os recomiendo simplemente coger un colador, poner el azúcar glas y espolvorear las soletillas por encima. Para que el papel no se levante al hornearlas, colocamos con la manga un poco de la masa en los extremos de la bandeja a modo de pegamento. Horneamos unos 6 minutos y ya está.

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