Rocamadour

Lugar de peregrinación, santuario desde la edad media, víctima de los pillajes de bandidos y no tan bandidos, Rocamadour es simplemente espectacular. Con siete iglesias y capillas, este pueblo medieval o ciudadela de la fe se protege bajo el abrigo de la roca. 



La primera vez que fuimos, Eric debía tener cinco años y subimos el imponente camino de la cruz hasta el castillo (no me atreví a contar los escalones) explicándole cada una de las escenas de la pasión que íbamos encontrándonos. El nos preguntaba y luego se quedaba en silencio. Cuando llegamos arriba, extenuados, nos explicó de corrido toda la historia, pero en algún momento del camino los protagonistas se habían convertido en extraterrestres. 

Esta vez, en plena temporada alta y una cría que te monta un cirio rollo diva a la mínima, decidimos cogernos el ascensor (de pago). Y luego tomarnos un helado en una de sus muchas terrazas. No en vano es uno de los sitios turísticos más visitados en Francia. La experiencia pero merece la pena y es de visita obligada si estáis por el Lot. Verla de noche tiene que ser imponente.

Aprovechando la zona, nos pasamos por el bosque de los monos (La Fôret des singes). Un simpático recorrido para los más pequeños que podrán darles de comer palomitas siempre respetando unas mínimas condiciones de seguridad. El parque tiene un snack con platos a 5 euros y una buena zona de picnic.

Pasada la primera crisis de pánico, y cuando ya pensábamos echarla a los monos, Nora acabó dándoles de comer.



Merece también la pena dedicar un día si vais en familia al Parc animalier de Grammat. 40 hectáreas dedicadas a la fauna europea, con zonas ombreadas, zona de picnic y espersores de agua para refrescarse. 


Y bueno, siempre te cruzas con algún pueblo bonito ya de paso...
Rudelle


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