Sobre tazas bonitas


En mi casa últimamente las tazas se suicidan. De las más múltiples maneras. La primera se dejó caer de mis manos. La segunda murió de un golpe de chupete. Aún no me explico, si no es por un fenómeno paranormal. Paranormal como la mala leche de mi hija. Estaba en el ordenador y N. sintió esa necesidad imperiosa suya de llamar la atención a base de rabieta. Lanzó el chupete al aire que golpeó con precisión el borde la taza. Y esta sucumbió al golpe dramáticamente de lado, en toda su extensión. La tercera taza me la encontré esta mañana en el interior del lavaplatos con un agujero considerable en la base. Otra cosa que todavía no me explico ya que me aseguré que mi hija no estuviera por ahí.

No las culpo. No les he prestado mucha atención últimamente. Incluso he manifestado públicamente delante de ellas que estaba cansada de verlas. Es más me dediqué a hacer un pequeña limpieza días atrás. 

Este suicidio colectivo viene precedido por uno parecido de copas de champagne del que solo han sobrevivido tres. ¿Tendré algún líder sectario de vajillas en casa?

Pero justo hoy, con la tercera muerte anunciada, el timbre sonó. Y aunque los nervios me saltaron ante la insistencia del repartidor (cosas de trabajar en casa), me alegré al recibir un paquete que promete poner fin a esta dinámica. 

Y es que hasta el paquete es bonito. Con lo retro que soy yo y me lo presentan así:



Las tazas son de Maison Artist. Precioso de verdad todo lo que tienen.

Os dejo, que tengo que hacer un bizcocho apto para intolerantes a la lactosa para la guardería. Ya os contaré el resultado.

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