Redescubriendo l'Eixample

La gradualidad se ha extinguido. Así de contundente fue Paola cuando me exclamé por pasar de estar en Francia un domingo de vacaciones a abrir el pc del trabajo el lunes a las 8 de la mañana.

Surrealista. Y más aún la facilidad con que nuestro cuerpo y nuestro cerebro vuelve a coger la dinámica. Este último punto es el que sin duda más me molesta. No poder romper con los esquemas me hace sentir como un ratón atrapada entre el queso y la pinza. 

Por si acaso he decidido tomármelo con calma. El lunes estaba super happy, sorprendentemente relajada. Pero a partir de ahí no ha sido tan fácil. Cansancio, falta de tiempo y esos malditos esquemas contra los que luchas pero siempre acabas cayendo.

Para ayudarme me he obligado un poco a ello. Por esto no he publicado hasta ahora. He contenido mis ganas de escribiros porque hubiera sido añadirme más tareas. Tampoco he abierto el horno. Esto último fue más fácil.  Barcelona se me presentó fea, agobiante y bochornosa. 

También he creado mi monstruo siguiendo el consejo de Patricia Ramírez



Es verde y naranja. Y cuando me empieza a recordar todo lo que tengo por hacer le pongo mentalmente un buen esparadrapo en la boca.

Otra cosa que me está ayudando mucho es cerrar los ojos y recordar ese verde que inundaba mi retina y las flores imposibles de ignorar a nuestro paso. 

Estas, sin ir más lejos.


Tengo que hacer un collage sólo con flores.

¿Recordáis las vacaciones cuando eramos niños y el tiempo se hacía infinito? ¿La ansiedad que teníamos por volver y rencontrarnos con nuestros amigos? 

En el Lot recuperé un poco esta sensación y fue esperanzador. Me estoy agarrando a ella para mantenerme un poco cuerda, aunque la cuerda sea  tan inestable como la de un globo en manos de mi hija pequeña. 

Antes de volver a publicar recetas permitidme pues descubriros un poco de esa Barcelona que a pesar de su ruido y su asfalto siempre logra sorprenderme. Esa Barcelona con la que mantengo una tormentosa relación amor-odio-pasión-odio.

Para ello redescubrí con Nora los jardines de la Torre de les Aigües. Una playa en mitad de la Eixample de la que si puedo os enseñaré fotos próximamente. 

Se trata de un lugar ideal para las familias, con una piscina que apenas cubre, un arenal, lavabos, bar, casetas de loneta para cambiarse y sitio para echar la toalla por 1,35 euros por persona. Todo esto en medio de un patio de la Eixample. ¿Os gusta la idea?

Os lo creías o no yo ya iba de pequeña. Sí, los dinosaurios como yo también tuvieron infancia. 

Está en la calle Roger de Llúria 56. 

Después, como nos apetecía comer tranquilos se me ocurrió pasarnos por We pudding. Un local espectacular con unos pasteles deliciosos. 

No sabíamos muy bien si a parte de los pasteles habría para comer al mediodía pero el recuerdo de la planta de abajo con juegos para niños me tentó más que la misma comida.

No había ningún menú para los niños. De esto está muy falta aún España. Para nosotros sí que había quiches, tortillas y pasteles salados con ensalada. De todos modos el concepto es genial y os lo aconsejo. 

N. no comió mucho pero nos dejó comer mientras jugaba arriba y abajo por la sala. Un lujo.




La decoración es impresionante y muy cuidada.

Tienen cursos super interesantes para niños y jóvenes: chino, arquitectura, opera! También hay un servicio de desayuno y merienda y organizan fiestas temáticas. Los pasteles están...ñam...

El local por supuesto tiene cambiador y hasta un adaptador para el lavabo.  La única nota negativa es que falta un menú infantil al mediodía y quizá una barrera para la escalera.

Y bueno si no tienes niños la planta de arriba es un lujo también. 

Aquí os dejo unas imágenes. Mejorables, pero imágenes. Es lo que tiene ir cargada con la niña y los bártulos para la piscina.



Están en Pau Clarís 90 y muy pronto abrirán otro local en el Born.

Sé que mi post de hoy es un poco cajón desastre, pero necesito aterrizar psicológicamente aún. 

¿Lo conseguiré? 

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