Final de un libro, inicio de otro. Las tapas se cierran, pero otras se abrirán para alargar otra noche más.
El cuerpo le duele, como los ojos que se niegan a mirar. Media sonrisa ilumina su cara, la que llena el alma una buena lectura y el primer sorbo de chocolate al desayunar.
Su relación con McEwan empezó tardía e irregular con Amsterdam en un inverno más oscuro de lo habitual.
La casa se llena de silencio. En el cazo, la leche se calienta, sus manos trocean el chocolate que aterriza por error en su boca en el que es su momento preferido del día.
Atonement (Expiación) es una de esas lecturas que no desearías terminar. La complejidad de sus personajes, su evolución, el paso de la vida plácida de una familia inglesa acomodada a la brutalidad de la segunda guerra mundial donde sus protagonistas acabarán siendo participes por una desafortunada cadena de acontecimientos, te arrastra con fuerza.
Como una matrioshka, McEwan nos desvela varias novelas en una sola novela, la que la protagonista principal Briony Tallis escribirá a modo de expiación. Una expiación a sus actos que sólo encontrará respuesta permitiendo el rencuentro de los amantes, en la que será su última obra literaria en vida.
Una novela de amor, una novela de guerra, una novela donde la realidad se desnuda impúdica, cruel, y muy alejada de la infancia tranquila, sensible y fantasiosa de una niña de 15 años en una casa de campo acomodada de Inglaterra .
Ponemos a calentar un litro de leche. Mientras troceamos 120 g de chocolate al 60% de cacao. Cuando esté a punto de hervir apartamos el cazo del fuego y añadimos el chocolate. Removemos hasta que esté completamente deshecho. Ponemos a fuego lento y dejamos hervir 5 minutos. Batimos bien. Ponemos una cucharadita de té verde en una taza y vertemos el chocolate caliente dentro del té sin dejar de mezclar.
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