Fez, la de las calles imposibles

Le acaricié la mejilla y se escurrió entre las calles imposibles de la Medina. No debía tener 5 años. Se perdió corriendo entre sus calles, de formas imposibles, de estructuras medievales que la protegen del sol y del viento del desierto. 


Calles de puertas tras las que se esconde un pasado lejano de riquezas y miserias.




Un pasado muy presente en esta ciudad, de oficios antiguos que perduran y  nos transportan a otra realidad. Realidad pictórica, pero dura que no pretende esconder su cara. 





Fez huele a menta. A menta y a te. Y a mercado. A gatos cazando al vuelo los restos de comida.





Fez huele a pan, el que se vende en sus calles, el que las mujeres llevan a los hornos todavía para hornear. A pescado, a cuero y a burros. 







Sus terrazas y ventanas dejan entrever otra visión. 




En las calles de su Medina nada recuerda a un Marrakesch pensado para los turistas. Y de ahí su autenticidad. 

Durante el largo fin de semana que estuvimos, acogidos en el maravilloso Riad Seffarine en plena Medina, nos dejamos seducir por estas calles, miradas, olores. Me moría de ganas por capturar cada momento, pero me contuve por respeto. 

Espero que estas pocas imágenes hayan conseguido captar la magia que encontramos en este corto viaje.





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