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Vasitos veganos de mousse de coco y chocolate

Reconozco que me ha envuelto la pereza y he retrasado la publicación de esta receta. Lo hago ahora con los Alpes a mis espaldas asomando por el balcón que en un ratito nos servirá para el aperitivo.

Desde él veo las montañas y los campos de heno pintados de amarillo y el rojo de las amapolas. El sol los acaricia dulcemente y a mí y la peque nos gusta perdernos entre ellos. Ella persiguiendo las mariposas, yo las amapolas.  

Los que me seguís en Instagram ya habréis visto que la galería ha cambiado de color estos días y el verde prevalece. Picnics, paseos a veces más fáciles, otros más difíciles, pero siempre adaptados al ritmo de la pequeña que al ritmo de las mariposas y de las flores acaba subiendo y subiendo. Mientras yo me maravillo por esta su autenticidad y frescura, y me pregunto cuándo perdimos la capacidad por sorprendernos.

Los vasitos de hoy son mi primer intento por empezar a adaptar algunas de mis recetas a otro tipo de alimentación. Pero para los que no seáis veganos, no os preocupéis, porque os daré la receta original para que las podáis hacer a vuestro gusto.

Llevo siguiendo desde hace algún tiempo a varios blogs como Lala Kitchen y Danza de fogones. En primer lugar porque cada vez más intento huir de azúcares, leche de vaca y productos procesados durante la semana y también porque me fascina la creatividad por elaborar productos parecidos con otros ingredientes. 


No os sorprenda pues, si de vez en cuando, cuelo una receta así. 




Vasitos veganos de mousse de coco y chocolate

Para la mousse de chocolate (para unos tres vasitos):

Si queréis hacer una mousse normal os recomiendo seguir la receta del Trio de chocolates, pero sólo cogiendo la mousse de chocolate negro. Si queréis hacer la versión vegana seguid la receta que saqué de Danza de fogones:

1 aguacate
150 g de jarabe de ágave
50 g de cacao en polvo sin azúcar
50 g de leche (utilicé leche de avena)
1 cucharada de extracto de vainilla

Es tan simple como poner todos los ingredientes en una batidora y dejar reposar en la nevera durante una hora.

Para la mousse de coco:

80 g de pulpa de coco (mejor si la compráis ya congelado porque sino quedan fibras)
15 g de azúcar o de jarabe de ágave
1,5 g de hoja de gelatina o agar-agar (1 gramo de agar-agar equivale a 6 gramos de hojas de gelatina en hojas)
100 g de nata semi-montada (crema de coco bien fría)

Trituramos la pulpa de coco con un robot de cocina si no hemos conseguido la pulpa congelada. 

Ponemos en agua bien fría durante 10 minutos la hoja de gelatina. Si sois veganos la podéis sustituir por agar-agar. El agar-agar normalmente viene en polvo y se tiene que disolver con agua hirviendo. Normalmente se utiliza en un proporción de 2.5 g por cada medio litro de líquido. Por líquido entendemos desde agua a zumo, leche, etc.  Formará una gelatina una vez la temperatura baje a los 35º. Preparad pues la gelatina de agar-agar antes y tened en cuenta que 1 gramo de agar-agar equivale a 6 gramos de gelatina en hojas. Por lo que tendréis que utilizar apenas un poquito. 

Calentamos en un cazo la mitad de la pulpa con el azúcar o jarabe de ágave. Secamos la hoja de gelatina y la añadimos a la mezcla de pulpa de azúcar, o el agar-agar. Incorporamos el resto de pulpa. Mezclamos y dejamos enfríar hasta 26 grados. 

Semi-montamos la crema de coco o la nata hasta que se marquen las barillas y la añadimos con espátula a la mezcla de pulpa de coco. Dejamos enfríar en nevera una hora.

Para montar los vasitos colocamos la mousse de coco en una manga pastelera y la mousse de chocolate en otra e las intercalamos. Yo las decoré con láminas de coco.



Pan Batbout con hummus

Sus pies se alzaban en el aire, apenas rozando la arena teñida del dorado del sol al caer, la arena como partículas mágicas de oro viejo. El viento dibujaba caprichosas formas bajo su paso. En la cresta de una ola se alzaba como un dios caprichoso que reía de pura felicidad. Mi dios. Mi pequeños dios. Recuerdo el brillo en sus ojos, unos ojos azules que retaban el color del cielo. Su sonrisa permanente, la mirada de quién descubre y teme, la risa pura y el ruido de sus pies al correr. Fue el primer viaje itinerante que hicimos juntos y para mí Marruecos guardará siempre un lugar muy especial. Un lugar al que acudo cuando quiero recuperar la chispa que iluminaban sus ojos. El país del pan batbout.

Pan Batbout

Alejados del bullicio de la ciudad, perdidos entre paisajes lunares, disfrutamos de la hospitalidad única de sus gentes, de su comida, de su te, de su música con reminiscencias de un origen anterior. El Atlas nos recibió con sus enormes brazos de piedra y arena. Y nos dejamos amar. Mi retina almacenó tantos momentos de felicidad, de belleza, que años después aún recuerdo sus pies volando sobre las dunas como si el tiempo, caprichoso, hubiera congelado ese momento.

Pan Batbout

Pan de Batbout. Esta es la propuesta de mayo de Bake the worldque he acompañado de un delicioso hummus y he disfrutado con ese dios, mi hijo, que un día dejó de correr descalzo por la arena pero en el que, si te fijas, aún podrás ver el brillo en las pupilas de quién ha visto el mundo con otra mirada.

Pan Batbout con hummus

La receta del Batbout no es mía, sino de Gastronomía y cia.  Veréis que es un pan fácil de hacer y para el que no necesitáis ni horno. Lo he acompañado de la receta, para mi definitiva de hummus. La verdad es que echaba mucho de menos hacer pan.

Ingredientes para 6 panes:

200 g de harina de fuerza
50 g de sémola de trigo fina (semolina)
6 gramos de levadura fresca 
3 g de sal
165 gramos de agua
Yo he amasado con la amasadora y el gancho, pero lo podéis hacer perfectamente a mano. Sólo tenéis que poner todos los ingredientes en el bol, excepto el agua, y evitando que la sal toque con la levadura. Después echamos el agua, reservando un poco. Tenemos que escuchar la masa, ella nos dirá si pide o no más agua. Y amasamos. Una vez consigamos que no se pegue en el fondo del bol, o de la mesa si amasamos a mano, le damos forma de bola y dejamos reposar cubierta con un papel de film unos 15 minutos. No añadimos nunca harina, porque estaríamos cambiando las proporciones de la receta.

Una vez haya reposado, dividimos la masa en seis partes iguales y les damos forma de bola sobre la superficie enharinada. Con la palma de la mano aplanamos los panes, dejando un grosor de 1/3 del resultado que deseamos. Si queremos el pan para para rellenar lo dejaremos más grueso.

Cubrimos con un paño y dejamos levar una hora más o menos. Calendamos una sartén o una plancha con un poco de aceite pintado con un pincel o con un papel de cocina. Cuando esté bien caliente ponemos nuestros panes por turnos, dándoles vueltas varias veces. Veréis que se hinchan poco a poco y se van dorando.

Los podemos rellenar de lo que más nos guste o comerlos como nosotros acompañando la comida.

Ingredientes para el hummus:

500 g de garbanzos cocidos
2 dientes de ajo
El zumo de un limón
Un par de cucharadas bien colmada de tahine
Media taza de aceite de oliva
Sal
Pimentón
Comino

En un cuenco, volcamos los garbanzos, los dientes de ajo chafados, la mitad del aceite, el tahine, la mitad del zumo de limón y un poco de sal. Trituramos con la batidora y según nuestro gusto, añadimos más tahine o limón. Se tiene que notar el ajo pero sin ser exagerado. El sabor final tiene que ser equilibrado. Servimos bien frío con el resto de aceite, un toque de pimentón y comino.

A disfrutar.

Hummus

Tempeh con noodles

Hoy rompo mi dinámica habitual porque el viernes pasado caminé sobre cristales, me abracé con desconocidos con amor y bailé con el hula hoop. Era parte de un evento para entulinea en el que nos mostraron su programa para adelgazar basado en comer de forma sana lo que a tí te gusta y con el apoyo de monitoras.


Es la primera vez que asisto a un evento así y lo hice con la curiosidad del gato. Rafa, el coach nos puso de manifiesto cuáles son los grandes anclajes que nos impiden a menudo llegar a nuestros objetivos: la falta de enfoque (no estamos centrados en el presente) y las falsas creencias (esto no es para mí, esto no es posible). Creencias que nos impiden salir de nuestra zona de confort.

Tener un apoyo detrás, con reuniones semanales y un plan online, es clave cuando te propones un objetivo tan importante como el de perder peso. El plan online, con la aplicación que se conecta a pulseras de actividad como el fitbit, es ideal para personas que no se sienten cómodas en público pero que necesitan de un seguimiento. Leáse mi pareja. Las reuniones serían más para gente como yo a quién tener que ir cada semana le obliga a seguir sí o sí.


Me gustó mucho el hecho de que detrás hay una gran empresa como WeightWatchers, que no se basa en medicamentos ni complementos, sino en la importancia de comer variado para adelgazar de manera sana y en cambiar hábitos. Y me encantó, sí, me encantó, que tengan en cuenta tu perfil culinario incluyendo la dieta vegetariana o sin gluten.  Para acompañar esa dieta, se puede consultar las recetas que te proponen, ricas y variadas. Nada de lechuga y pollo a la plancha vamos.

Para eso el equipo de entulinea, un encanto por cierto, nos invitó a probarlas. Yo tomé la vegetariana. Una buena elección.

Si os interesa del 9 al 15 de Febrero cuenta con una oferta del 50% de descuento para los tres primeros meses.

Os dejo con una de sus recetas, unos noodles con tempeh la mar de ricos que compartí con mi hijo mayor.



Tempeh con noodles

Ingredientes para dos personas

Tiempo de preparación: unos 20 minutos

60 g de brócoli
8 hojas de acelga
120 g de fideos chinos de arroz
Sal
2 cebolleta
2 cucharada de aceite de sésamo
2 dientes de ajo
1 trocito de jengibre fresco
6 cucharadas de salsa de soja
1 pizca de guindilla
120 g de tempeh

Hervimos en una olla el brócoli y las acelgas que habremos previamente limpiado y troceado. A parte hervimos los fideos el tiempo que indique el fabricante en una olla con agua y sal. En una sárten salteamos la cebolleta cortada en tiras finas en el aceite de sesámo, añadimos el ajo y el jengibre picados, 2 cucharadas de agua, las acelgas, el brócoli y la guindilla. Incorporamos el tempeh a trocitos y los fideos. Removemos y dejamos cocinar todo junto unos instantes más.

Riquísimos.


Porridge con frutos del bosque

La luz pasaba como un filtro a través de la cortina de la gran ventana de la galería. Los dedos de sus pies acariciaban el borde del viejo sofá y su cuerpo se recogía entre su pijama preferido. Todo en ella emanaba paz. De lado, en paralelo a la ventana, la luz iluminaba la cola de su pelo. Por su mirada no podrías saber en qué pensaba. Un media sonrisa dibujaba su cara mientras sus manos sujetaban el bol de porridge aún caliente. Se haría una taza de café.

Sus movimientos eran armónicos, sus pasos un compás, su cuerpo, forjado por el deporte, ligero. Se quedó de pie descalza mirando cómo la cafetera subía. Ahora más seria, en un gesto de respeto. El piso era pequeño pero lleno de luz a pesar de ser interior. El bullicio del Born apenas le alcanzaba.

No eran así sus desayunos en Inglaterra cuando compartía el piso con cuatro chicas. Entonces pero no le importaba. Sus prioridades eran otras. Ahora a sus largos 30 años, con una profesión que adoraba, y la compañía de su perro, escogía con quién vivir y con quién romper el silencio. Aunque a veces, sólo a veces, se preguntaba qué hubiera ocurrido si hubiera decidido seguir allí.


Desayunos. Mi momento del día, aunque cada vez más a menudo no dispongo ni de este momento. Sigo, pero disfrutando de ese momento donde el silencio acoge el piso.


Porridge de frutos del bosque

a receta es de un libro que de momento sólo está disponible en Inglaterra y que me bajé en versión digital: "A modern way to eat" de Anna Jones. Úna recomendación de una amiga que me está encantando. Con unas fotografías preciosas, Anna, discípula de Jamie Oliver, presenta 200 recetas vegetarianas sencillas y modernas.

En la receta original este clásico viene acompañado con arándanos, pero se puede sustituir por la fruta de temporada que prefiráis, como la manzana en invierno. 
Ingredientes para dos raciones:

100 g de amaranto (se puede sustituir por más avena, quinoa o mijo)
100 g de avena
500 g de leche (yo utilicé de coco, como ella)
200 g de fruto del bosque (o lo que os apetezca)
1 cucharada de jarabe de arce
1 cuchara pequeña de canela
el jugo de medio limón

Empezamos haciendo el porridge. Ponemos el amaranto y la avena en un cazo con la mitad de la leche. Mezclamos y dejamos hacer chup chup unos 20 minutos. Si decidimos sustituir el amaranto por otro cereal se hará más rápido. Vamos añadiendo el resto de leche a medida que vemos y agua caliente si se seca mucho.

Mientras hacemos el porridge, en otro cazo ponemos los frutos del bosque, u otra fruta, con el jarabe de arce, la canela y el zumo de limón y lo cocemos a fuego medio. Con una cuchara de palo chafamos un poco los frutos para que dejen jugo. Está listo cuando el líquido se reduce y tiene una textura como de mermelada.

El porridge está listo cuando los granos de amaranto se han ablandado y absorbido en la crema de avena pero aún se ven.

Servimos el porridge  cubiertos con la "mermelada" de frutos del bosque y más jarabe si queréis.

Feliz desayuno.


Rollo de espinacas, calabaza y ricotta

A Eleonor le gusta despertarse con la luz de la cocina. Con los ojos aún pegados, el parqué del corredor cruje bajo sus menudos pies. Se adentra en la oscuridad cogida a su muñeca, que varia según su humor. Es un camino que la llevara al ruido familiar de su madre aún desayunando o tecleando en el ordenador.

A Eleonor a veces los ojos le pesan tanto que se deja caer sin más en los brazos de su madre como un panecillo acabado de hornear. Las mañanas son lentas, sus gestos mesurados. A Eleonor le gustan las mañanas perezosas sin compromisos y de dulce despertar.

Hoy no habrá escuela y podrá alargar ese momento un poco más.


Las mañanas del fin de semana el ruido de su madre varía. Su teclear se transforma en un abrir y cerrar cajones y armarios. En caramelos y mandarinas en el mercado y el sonido del carro rodando sobre las baldosas .


Un ruido frenético, lleno de colores y olores que invaden cada paso de su madre. De manos que moldean y mezclan. Y sin embargo a Eleonor las mañanas de los sábados son las que más le gustan.


Y no os podéis llegar a imaginar como deseaba cerrar esta semana. Cerrarla y desconectar de todos menos de la cocina y la familia. Casi no llego. Un último esfuerzo más. Sólo un poquito más y el despertador se dormirá y el desayuno se alargara mientras leo algún post o repaso la receta que quiero preparar.  El ritmo del sábado siempre acelerado: actividades, compras. Pero es como la preparación para un día de relax como el domingo donde hasta me permito arriesgarme a perder la luz para las fotos. Para mi los sábados son como una víspera de Navidad permanente. No sé si os ocurre un poco lo mismo.

El vegetarismo de mi hijo me está estimulando a buscar nuevas recetas y este último fin de semana preparé este rollo de pasta relleno de espinacas, calabaza y ricotta.



Es una receta tradicional italiana que recoge Jamie Oliver en su libro La cocina italiana de Jamie Oliver. Y no os voy a engañar requiere un poquito de tiempo y paciencia.

Rollo de espinacas, calabaza y ricotta
(rotolo di zucca e ricotta)

Primero tendremos que elaborar la pasta fresca al huevo. Necesitaremos 455 g y la elaboraremos poniendo 600 g de harina del tipo "00" sobre la superficie de trabajo o en un cuenco. Hacemos un volcán y echamos 6 huevos en el interior. Batimos los huevos con un tenedor y lo mezclamos con la harina y amasamos. Tiene que quedar una masa sedosa y elástica. La cubrimos con film y la dejamos reposar media hora en la nevera.

Esta receta es una receta básica para pasta.

Ingredientes para el rollo:

455 g de pasta fresca
1/2 calabaza (no muy grande)
Aceite de oliva
1 cucharadita de semillas de cilantro
1 cucharadita de semillas de hinojo
1/2 guindilla roja
Sal y pimienta negra
Un puñado de hojas de mejorana u orégano fresco
2 dientes de ajo
800 g de espinacas frescas y lavadas
250 g de mantequilla sin sal
nuez moscada
150 g de ricotta
55 g de parmesano rallado
Unas 20 hojas de salvia fresca

Una vez tenemos la pasta hecha, precalentamos el horno a 220ª y cortamos la calabaza en trozos grandes. Los ponemos en una bandeja sobre papel de hornear y los pintamos con aceite. En un mortero picamos las semillas de cilantro e hinojo y la guindilla con una pizca de sal y pimienta. Echamos la mezcla sobre la calabaza, la cubrimos con un papel de hornear y la horneamos unos 30 minutos. Despues quitamos el papel y seguimos hornearndo unos 15 minutos más. En una cazuela bien grande ponemos un poco de aceite de oliva, la mejorana y el ajo. Salteamos 20 segundos y añadimos las espinacas que desprenderan agua. Vamos moviendo las espinacas con la ayuda de unas pinzas y añadimos un par de cucharadas de la mantequilla y nuez moscada (a gusto). Seguimos removiendo hasta que las espinacas se reduzcan y desaparezca el agua. Es increíble ver en lo que se quedan 800g de espinacas! Sazonamos y dejamos enfriar.

Para alisar la pasta yo utilicé el rodillo sobre la mesa de trabajo espolvoreada con un poco de harina. Tenemos que conseguir un rectángulo del tamaño de una servilleta y el grosor de un posavasos y esta es la parte más difícil porque requiere un poco de fuerza.  A mi me ayudó dejar colgar parte de la masa fuera de la superficie de la mesa para apoyar con más fuerza sobre el otro lado. Una vez lo tengamos, ánimos, ponemos el rectángulo de masa sobre un trapo limpio que es el que utilizaremos para enrollarla y cocerla.

Distribuimos una tira de calabaza por el borde más largo y más cerca de nosotros. Echamos las espinacas por el resto de la masa dejando un margen en el extremo contrario. Esparcemos la ricotta desmenuzada por encima de las espinacas y espolvoreamos con espinacas. Entonces empezamos a enrollar la masa desde el borde del trapo que tengamos más cerca hacia delante, como si quisiéramos hacer un brazo de gitano. Cerramos el trapo con la ayuda de un cordel, dejando un trozo largo en el extremo que nos ayude a tirar del rollo.

Vamos a necesitar una cazuela grande. Lo suficiente para que quepa el rollo y lo podamos cubrir con agua. Esto es importante porque sino os va a pasar como a mí que tenía que ir girando el rollo y quemándome la punta de los dedos. Llenamos la cazuela con agua hirviendo y sal e introducimos el rollo. Para que se mantenga sumergido podemos poner un plato encima. Lo dejamos cocer unos 25 minutos.

A parte en un cazo doramos la mantequilla. Desechaos el suero y nos aseguramos que esté bien caliente echando una hoja de salvia. Si se fríe bien podemos añadir el resto de hojas de salvia unos segundos hasta que queden crujientes.

Cuando el rollo está cocido, sacamos el cordel lo desenvolvemos y lo cortamos en rodajas. Esparcimos las hojas de salvia por encima, la mantequilla con sabor a salvia y parmesano.

Un plato de festivo!

Se me ocurre que en forma de raviolis tiene que estar también genial con una salsita de queso...ñam

Hamburguesa vegetal con su pan casero

Uno. Cada bocado le sumía en un pensamiento. Por mucho que lo intentaba no conseguía desconectar. Las tareas para mañana, la escuela, el trabajo. Cuando conseguía espantar las telarañas de su cabeza, empezaba a contar las calorías de las patatas. Intentó imaginarse que su cabeza era una lampara con una cadena colgando y que su mano la bajaba haciendo clic. No funcionó. Dos, ese trozo de queso azul, dios, que rico. Miró a su alrededor. Cada uno centrado en su hamburguesa. Sus ojos no denotaban ninguna inquietud. Tres, cogió la botella, pegó un trago y se dijo que al fin y al cabo era vegetal.

Mañana sería otro día, hoy se la había ganado.


Con esta receta de hamburguesa vegetal completo dos retos, el de este mes de Memòries d'una cuinera, y el que me he prometido, empujada por mi hijo mayor, a hacer más recetas vegetarianas. Ya os comenté que tras un sueño en plenas vacaciones en Bali, decidió que no quería participar más en la muerte de animales. Yo, que cada vez como menos carne de todo tipo, pensé que era una oportunidad para aprender otro tipo de cocina. Y ahí estoy aprendiendo.


Por esto esta receta de hamburguesas vegetales no es mía, sino que la he sacado de un fantástico blog del que soy fan y que seguro conocéis: Danza de fogones y el pan, shame of me, tampoco es mío sino de otro magnífico blog en lo que se refiere a pan: Madrid tiene miga que también la sacó a su vez de otro blog: Le Pétrin. Y es que al fin y al cabo todos nos alimentamos de los conocimientos del resto, ya sea de blogs, libros, revistas, cursos o nuestras abuelas. Y esto es sencillamente maravilloso.

El resultado tanto para el pan como para la hamburguesa es excelente y no tiene nada que envidiar a una hamburguesa de ternera.



Hamburguesa vegetal con su pan casero

Ingredientes para los panes:

500 g de harina de trigo (media fuerza va bien), 20 g de levadura de panadero o 2 cucharitas de levadura seca de panadería, 10 g de sal, 25 g de azúcar, 200 ml de agua tibia, 75 ml de leche (puede ser de soja), 1 huevo para pintar y semillas de sésamo para decorar

Esta receta da para unos 7/8 panecillos.

Con la amasadora y el gancho, mezclamos la harina, la levadura, la sal, el azúcar, el agua y la leche. Quizá necesitáis añadir un poquito de agua pero antes de hacerlo esperad un rato porque el azúcar al derretirse cuenta como un líquido. Cuando veáis que empieza a texturizar, añadimos la mantequilla a trocitos hasta que la masa se vuelva flexible y homogénea. Yo siempre acabo amasando en la mesa de trabajo o en el aire. Creo que tocarla con las manos ayuda a sentirla. Y por supuesto se puede amasar toda a mano. Solo que yo me he vuelto un poco vaga. Una vez tenemos la masa, le damos forma de bola y la dejamos levar, cubierta con un papel de film, durante más o menos hora y media. Hasta que doble el volumen.

Dividimos la masa en 8 partes de unos 120 g. La dejamos reposar 5 minutos y boleamos los panecillos. Es importante hacerlo bien. Si os fijáis a mí se me abrieron un poco por arriba. Una vez los tenemos, los ponemos sobre una bandeja de horno sobre un papel de hornear dejando espacio entre ellos. Los aplastamos un poco con la palma de la mano y dejamos levar una horita más.

Precalentamos el horno a 200º y pincelamos los panecillos con la yema del huevo. Espolvoreamos con el sésamo y horneamos unos 15 minutos o hasta que estén dorados.

Ingredientes para seis hamburguesas:

450 g de patatas, 70 g de guisantes (yo los puse congelados), 1 cebolla, 95 g de harina de maíz, 1 cucharada de aceite vegetal, 1 cucharada de semillas de sésamo, 1 guindilla, 1 cucharadita de jengibre en polvo, 1 cucharadita de cilantro en polvo, 1 cucharadita de comino en polvo (lo adoro), 1 cucharada de zumo de limón

Cocinamos las patatas al vapor o con agua hirviendo unos 20 minutos, colamos y dejamos enfriar. A parte cocinamos los guisantes con agua hirviendo. Yo los puse congelados y fueron unos 7 minutos de cocción. Colamos y dejamos enfriar.
En una sartén echamos el aceite y doramos el sésamo junto a la guindilla troceada. Añadimos la cebolla y doramos. Echamos los guisantes y los salteamos junto a la cebolla.
En un bol grande, aplastamos las patatas (peladas) y las aplastamos con un tenedor o un pasa puré. Añadimos el jengibre, el cilantro, el comino y la harina de maíz. Añadimos la cebolla con los guisantes y con la ayuda de las manos amasamos. Echamos el zumo de limón y seguimos amansando.
En un plato echamos un poco más de harina de maíz para rebosar (no es necesario pero a mi me ayudó a dar forma a las hamburguesas). Cogemos un poco de masa y le damos forma de bola con la mano, dejamos en el plato con la harina y aplastamos para conseguir la forma de hamburguesa. Y así hasta terminar la masa. En una sartén o plancha freímos las hamburguesas con un poco de aceite unos 5 minutos cada lado y a degustar.

En la receta original lo acompañaron con salsa de tofu, yo las cubrí con un queso azul suizo.




Sopa de papaya

¿Os acordáis cuando escribía sobre el concepto del tiempo? Pues estas tres semanas sin publicar se han hecho largas, pero no como algo negativo, sino porque mi mente estaba tan ocupada con nuevos estímulos y tanta belleza que el tiempo me cundía y los días se hacían más largos. Aunque si miro atrás me pregunto, ¿ya está? ¿ya pasaron 16 días?



Sé que algunos de vosotros me habéis seguido por Instagram y por Facebook. Aún me cuesta creer que alguien me siga, de verdad.

Es la segunda vez que estoy en Bali. Y aunque os cueste de creer no tenía ningunas ganas de volver. Hay tanto por ver que repetir un viaje me molesta. La simple idea me mosquea. Explicaros que yo empecé a viajar tarde porque mi ex era de los que si no iba de guay no iba y claro no podíamos ir de guay, por lo que no íbamos. O sea que mi exploración real del mundo exterior empezó cuando me separé. Y concretamente cuando encontré a mi actual pareja con la que empecé a viajar con tienda de campaña o lo que se prestara.

De este viaje os hablaré pronto. O más bien os mostraré pronto. No quiero extenderme mucho. Pero os avanzo que me ha gustado más que la primera vez. Y algo tuvo que ver viajar con el monstruo pequeño de la casa que te obliga a adaptarte a otro ritmo y sobre todo que te abre las puertas a todos los sitios con su carita de ángel.

Me he llevado muchos buenos recuerdos sensoriales. Entre ellos culinarios en forma de libro: Bali Unveiled. The secrets of Balinese Cuisine de Heinz von Holzen. Un suizo que iba para ingeniero y decidió seguir su corazón y convertirse en chef. Ahora vive en Bali con su familia. Sólo por esto ya le compraba el libro.

En Bali, como en todos los climas tropicales, la fruta no falta. Y una de las más se encuentran es la papaya. Las ves a simple vista en los árboles paseando. Como los cocos, plátanos o un fruto que llaman Jackfruit.


Sí, va de papaya. Una receta que además me iba perfecta porque mi hijo mayor decidió hacerse vegetariano durante el viaje. Con lo que este nuevo curso escolar (yo aún funciono de setiembre a junio) una de las cosas que me he propuesto es publicar más recetas vegetarianas. Aunque ya me conocéis y ya veremos dónde van estos propósitos.

Para esta receta me ha sido imposible encontrar muchos de los ingredientes. O sea que la he adaptado. Pero os pongo también la original por si tenéis más suerte que yo. Espero que os guste el picante.



Sopa de papaya
Ingredientes :

  • 750 g de papaya
  • 3/4 litro de caldo vegetal, también lo podéis comprar ya hecho (el original se hace con 375 g de pasta picante vegetal que se hace previamente con 250 g de chili rojo, 25 g de Bird's eye chili, 100 g de escalonias, 100 g de ajo, 100 g de galangal, 100 g de cúrcuma, 100 g de galangal inferior, 200 g de candlenuts, 1 cucharada sopera de cilantro, media cucharada de pimienta blanca, 1 cucharada de pasta de gamba seca, 150 g de aceite vegetal, 2 hojas de salam, 2 ramas de citronela, una pizca de sal y 250 ml de agua a fuego medio durante una hora. Esta pasta se hierve con agua a fuego bajo junto a 1 rama de citronela, 3 hojas de lima, 2 chilis rojos largos, 3 bird's eye chili,2 hojas de salam, 1 cucharada de pimienta blanca y 1 de semillas de cilantro durante 5/6 horas). Nada que ver con nuestro caldo, hasta pensaba en Gargamel cuando escribía esto.  
  • Media cucharadita de pasta de chili con ajo frito tailandés. En la receta original 125 g de pasta picante vegetal (la que expliqué para el caldo)
  • 1 cucharada de citronela envasada
  • Una pizca de pimienta negra
  • Una pizca de sal
  • 400 g de crema de coco
  • Cebolla frita deshidratada (para decorar)
  • 2 hojas de salam en la receta  original
* la crema de coco, la citronela, el  chili y la cebolla las compré en Extremo Oriente en la calle Balmes

Cortamos la papaya por la mitad a lo largo, quitamos las semillas. Cortamos también a lo largo en 5 tajadas cada media parte, quitamos la piel y luego hacemos dados de medio centímetro. 
Calentamos el caldo y añadimos la pasta de chili, la citronela, la pimienta y la sal hasta que hierva. Añadimos la papaya y la dejamos cocer hasta que esté tierna. Añadimos la crema de coco y sin que hierva (bajamos el fuego) mezclamos bien para que el coco se emulsione bien con el caldo y la papaya. Servimos caliente con un poco de cebolla frita por encima para decorar.
Simplemente deliciosa.

Quiche de tomate y queso de cabra

De pequeña soñaba en campos de cerezo. Aún ahora si cierra los ojos puede sentir las colas de las cerezas filtrarse entre los dedos de sus manos.

Los campos sobre los que sus pies caminaban descalzos se convirtieron con el tiempo en las baldosas de una terraza donde se imaginaba vistiendo la larga mesa iluminada por guirnaldas de color y las manos aún oliendo a tomates recién cortados.

Ahora la terraza cada vez se le antoja más lejana y cuando abre el balcón solo ve el feo edificio que le robó la luz a hurtadillas con un capazo bajo el brazo.

Las flores que cubren el suelo agrietado y gris, le permiten soñar por momentos. Como la vieja doncella que no fue capaz de encontrar un novio y se recrea con su viejo y polvoriento ajuar. Ha puesto cojines en el suelo y en la barandilla las guirnaldas intentan quitar protagonismo al lúgubre cartel de se alquila.

Si cierra los ojos aún puede notar las colas de las cerezas y el olor de tomate recién cortado entre sus manos.

¿Y si compramos una mesa para el balcón? Anuncia con los ojos alegres de la niña de antaño. Pero la realidad se le impone. ¿Y si la hacemos nosotros? Que bien se estaría tomando una copa. Casi puede sentir la brisa veraniega en sus brazos. Para qué seguir engañándose. Son sus miedos aflorando a flor de piel.

Quiche de tomate deshidratado con queso de cabra
Para la masa brisa: 250 g de harina floja, 125 g de mantequilla fría, 5 g de sal, 80 g de agua
Para el relleno: 200 g de rulo de cabra, 7/8 tomates pera, tomillo y aceite de oliva
Para la salsa: 125 g de nata, 125 g de leche, 2 huevos, sal, pimienta y nuez moscada

Empezamos deshidratando los tomates al horno. Para ello primero les hacemos una cruz en el culo, los escaldamos un minuto en agua hirviendo y luego los volcamos en un bol con agua fría, mejor con cubitos de hielo. Les sacamos la piel y los cortamos en gajos quitando las semillas. Los disponemos encima de una bandeja con un silpan, añadimos sal, romero y aceite y los dejamos en el horno entre una hora, hora y media a 80º. Si nuestro horno no tiene tiro para sacar el vapor, como el mío, dejamos un poco entreabierto el horno.

Para hacer la masa brisa es mejor con amasadora. Ok, sí se puede comprar hecha, pero es que no es lo mismo. Amasamos la harina con la mantequilla y la sal con ayuda de la pala y subiendo poco a poco la velocidad. Tiene que quedar como si fuera parmesano. Luego cambiamos la pala por el gancho y vamos añadiendo en tres veces el agua. No la trabajamos mucho y siempre a velocidad baja porque no nos interesa que se cree mucho gluten. Una vez la tenemos la filmamos y la guardamos en la nevera una horita más o menos. Esta masa se puede congelar pero en esto caso es mejor extenderla. Sin embargo no se puede dejar de un día para el otro en la nevera porque se oxida. Se puede añadir 50 g de yema restando un poquito de agua (unos 20 g) y también se puede sustituir 25 g de harina por 25 g de almidón o fécula para que no suban tanto las paredes.

Una vez tenemos la masa, la extendemos con unos 2 mm de grosor y forramos el molde bien de manera que no queden espacios vacíos entre la base del molde y la base de las paredes. Es importante hacerlo sin prisa. Las paredes tienen que sobresalir un poco por arriba pero cuidado que no cubran los bordes o una vez cocida no la podréis sacar. Yo he utilizado un aro de 20 cm, en este caso he puesto la masa por encima del aro. También se puede hacer con aros pequeños de 10 cm y 2 de alto para hacer quiches individuales, quedan geniales.

Si la tarta es grande es mejor dejarla un par de horas fuera y luego precocerla a 100º durante 30 minutos sin poner nada dentro. Mientras esté caliente le podréis volver a dar forma si se levanta la base o se bajan las paredes. Para tartas pequeñas no hace falta hacer esto.

Para hacer la salsa es tan simple como batir todos los ingredientes juntos. Luego cubrimos la base con el queso a trocitos, cubrimos con el tomate y vertemos la salsa dejamos hornear a 180º durante unos 20/25 minutos para las individuales y unos 40 minutos si es grande. Más rica imposible.


Paella vegetal con bulgur

Mientras teclea no puede evitar girar la cabeza hacia la ventana. Las trazas de las últimas lluvias aún se perfilan y dejan filtrar los rayos de un día iluminado por el sol.

Respira. Fuera se dibuja la terraza de los vecinos. Se levanta, se descalza y se dirige al balcón. El frío del parquet le recuerda que está viva.

El ruido de la calle murmura suspiros, sueños, tristezas, historias de amor y de desamor, miedos y esperanzas. Pero ella solo huele el aroma de la menta y el jazmín. Acaricia con la punta de los dedos las hojas dentadas. Hay dos fresas rojas como el carmín, las recogerá por la tarde con su hija. El hibiscus también parece que sobrevivirá.

Cierra la puerta tras de si y vuelve sus pasos atrás. Ya no se calzará. El teclado suena alegre ante la idea de una primavera floreciente.



La paella de bulgur es una receta que descubrí gracias a mi dietista hace años pero que había casi olvidado hasta que impulsada por esta transformadora y mágica energía que me proyecta la primavera decidí rescatarla esta semana. Es curioso cómo afectan las estaciones al estado de ánimo. La naturaleza no deja de maravillarme.

El caso es que en cuanto la hice pensé que tenía que compartirla con vosotros. Porque: A- Es sencilla, B - Es sana, C - utiliza muchos ingredientes de temporada, D - está deliciosa.



Paella vegetal con bulgur (para una persona)

Ingredientes: 60 g de bulgur, 40 g de soja germinada (optativo), 30 g de pimiento rojo, 30 g de champiñones, 30 g de judías verdes, 30 g de guisantes frescos, 30 g de coliflor (optativo), 15 g de alcachofas frescas, media zanahoria, hierbas aromáticas, un litro de caldo vegetal, sal y aceite.

Elaboración: hacemos un reahogado simple con el pimiento, la soja, las judías, los champiñones y las hierbas aromáticas. A parte salteamos la coliflor, la zanahoria y la alcachofa. Añadimos a la mezcla de pimiento. Vertemos el caldo de verduras y el bulgur y dejamos reducir unos 20 minutos. 10 minutos antes de finalizar la cocción añadimos los guisantes. Tiene que quedar seco como un paella.

Babaganuj

Entre nubes y viento el sol se deja entrever. Es tiempo de encuentros, terrazas y vermuts con la chaqueta en el bolso por si acaso.



En el horizonte empiezo a ver el sol, lo anhelo. Anhelo el verano, las vacaciones, las mangas cortas y los vestidos estampados.

Un último esfuerzo.

Pronto me sacaré de encima el examen de inglés. Ese para el que cuanto más practico peor me sale. Huelo el fracaso. ¿Quién me mando dejarme llevar por la dichosa titulitis que afecta al país?

La parte positiva, podré dedicar mi poco tiempo al blog y a las cosas que gustan.

El taller de Jackie Rueda ya me ha dado un impulso positivo. Lo echo mucho de menos, pero sólo ha sido una pequeña cata. Seguirán más tras ese verano que tanto anhelo.



Pinchamos las berenjenas con un tenedor y las asamos directamente sobre los fogones. Las retiramos cuando estén bien quemadas y las dejamos enfriar. Les quitamos la piel y las trituramos con los ajos , la tahina, el zumo del limón, un toque de aceite, sal y comino hasta que se haga una crema. Probamos y rectificamos si hace falta. Servimos con aceite por encima y pimentón. Se come con pan pita.

Mi taboulé

El tabule, tabulla, taboulé. Explosión de frescor en la boca. No hay mejor ensalada para el verano. Con couscous, con búlgur, con quinoa. A cada casa su taboulé. Y en la mía este:



Ingredientes para 4 personas:

300 g de couscous
300 ml de agua
1 pepino
1 pimiento (verde, rojo, amarillo el que os de más rabia)
2 tomates
1 puñado de menta
El zumo de un limón
1 puñado grande de pasas
Sal
Pimienta
Mantequilla
5 cucharas de aceite

Elaboración:

Primero cocemos el couscous. Hervimos el agua y la vertimos encima del couscous que habremos puesto previamente en un bol. Salpimentamos.
Con la ayuda de dos tenedores vamos mezclando el couscous a medida que se va yendo el agua para separar los granos.
Una vez no hay agua, añadimos un poco de mantequilla para darle mejor textura y dejamos enfriar.
Cortamos la menta y las verduras a daditos muy pequeños (es personal, pero a mi me gusta contra más pequeño mejor).
Mezclamos las verduras, la menta y las pasas con el couscous.
Añadimos el limón y mezclamos.
Añadimos el aceite. Si veis que os queda seco podéis añadir más.

¡Y ya está! ¿Para que complicarse la vida si esto está delicioso?

Podéis añadirle la verdura que prefiráis: calabacín, berenjena, cebolla, todo vale. El taboulé no es solamente un plato refrescante, es también un buena forma de aprovechar los restos que quedan en la nevera.

Lentejas con verduritas, canela y clavo



Sí, ya sé, es 24 no 15, ni 16, ni 17...No, no es la receta del mes que viene, es la de marzo...cada vez vamos a peor. 


Pero es que en casa parece que tenemos algún espíritu juguetón. Si alguien sabe de un chaman ruego  se ponga en contacto conmigo. 


Recuperada del pie mi hija, mi estimado hijo mayor quiso probar qué se sentía al romperse un dedo. Lo que mi querida y dulce hija debió considerar una total afrenta por lo que decidió pasar a la acción con una gastroenteritis que generosamente compartió con el resto de la casa. Todo esto obviamente cuando mis padres, desde ahora alias Los Santos, estaban disfrutando de unas merecidas vacaciones. Total que la receta se quedó esperando mejores tiempos, o al menos, una pausa hasta que al espíritu juguetón suelte los pompones con los que anima a mi prole a enfermar.

Esta es mi contribución a la recepta del 15 y espero que os guste. Se trata de una sopita de lentejas con un toque un poco especial.

Ingredientes para 4 personas:
  • 400 g de lentejas (yo las compro ya en remojo en el mercado)
  • 2 patatas
  • 1 cebolla
  • 2 tomates maduros
  • 3 tallos de apio sin hojas
  • 2 zanahorias
  • 1 cabeza de ajos
  • 2 hojas de laurel
  • 4 clavos de especia pinchados en media cebolla
  • 1 cucharada de canela en polvo
  • 1/2 vaso de aceite de oliva
  • Sal 
  • Pimienta
Elaboración:
  • Dejamos las lentejas en remojo con agua durante unas 12 horas. Pasado ese tiempo, las escurrimos. Como os dije, yo las compro ya en remojo, así me salto este paso.
  • Ponemos una olla de agua a hervir.
  • Limpiamos las verduras y cortamos en juliana el apio y la cebolla, en dados las patatas y las zanahorias y rallamos los tomates. 
  • Añadimos la verdura al agua hirviendo junto con las lentejas.
  • Tapamos la olla y dejamos cocer a fuego lento durante unos 30 minutos.
  • Añadimos los clavos de especia (pinchados en media cebolla), el laurel, la canela, la cabeza de ajos entera y el aceite.
  • Salpimentamos y cocemos hasta que las lentejas estén tiernas.
Un plato sano y equilibrado que espero disfrutéis. 

Aprovecho para saludar a mis queridos vecinos de la Bordeta. Un abrazo.

Tajine de verduras

Tagine, tajine, tajín...mil formas de escribir un plato con mil formas de preparar. Del árabe طجين es un plato habitual de la cocina magrebí que toma su nombre del recipiente en forma de cono en el que se prepara.

Yo, la verdad, es que lo preparo en una olla de hierro colado. Pero visto la frecuencia con que hago este plato no voy a tardar en adquirir uno como dios (o quién sea) manda.

Yo ahora os enseñaré como lo hago yo, que es insultante de tan simple que es. Seguramente los puristas me van a tirar piedras. Pero rico, lo está, rico,rico.

Ingredientes para 4 personas:

1 berenjena
2 calabacines
Un buen puñado de pasas (o varios)
200 g garbanzos (los podéis comprar ya cocidos en una tienda de legumbres en cualquier mercado, son más buenos que los de bote y os ahorráis prepararlos vosotros)
1 litro de caldo de verdura (aquí es donde me linchan, yo lo hago con un par de pastillas)
250 g couscous (para acompañar)
250 ml agua
1 cucharada de cúrcuma
1 cucharada de comino

Elaboración:

Primero: elaboramos el couscous. Ponemos en un bol la sémola y le añadimos el agua hirviendo. Al agua le habremos añadido un poco de aceite y sal.
Removemos con un par de tenedores hasta que ya no quede agua y dejamos reposar unos minutos.
Añadimos una nuez de mantequilla. Y dejamos reposar, removiendo de vez en cuando con los dos tenedores para separar los granos.
Segundo: cortamos en dados o en láminas la berenjena y el calabacín y lo salteamos con aceite unos minutos.
Le añadimos las pasas y el caldo de verdura que habremos preparado antes. Lo dejamos unos minutos.
Añadimos la cúrcuma y el comino y dejamos cocer a fuego lento y tapado unos 20 minutos.
Acompañamos con el couscous y los garbanzos.



Y ahora si no os gusta me echáis a los leones. Ya os avanzo que pasarán hambre.

Hummus

Me encanta hacer hummus en verano. Es tan fácil, refrescante y delicioso...
Acompañado de un pan pita o un plan plano especiado y una ensalada te arregla una comida. Y si tienes invitados es genial como entrante o aperitivo.

¿Pero cuáles son sus orígenes? Pues sus orígenes son muy humildes. Se considera un plato básico rico en proteínas y es muy popular a lo largo de todo Oriente Medio. Y aunque también se consume en Grecia es bastante distinto del que se encuentra en el mundo árabe y en Israel.

En árabe hummus (حمٌص ) significa "garbanzo", porque básicamente es un puré de garbanzos, aunque enriquecido con pasta de sésamo (tahina) y otros ingredientes.

Ingredientes (4 personas)

  • 2 tazas de garbanzos cocidos
  • 2/3 cucharadas de pasta tahina (la podéis encontrar en dietéticas)
  • 2 limones
  • 1/2 dientes de ajo
  • 1/2 cucharadita de comino
  • 2 cucharadas de aceite de oliva
  • 1 pizca de pimentón dulce
  • perejil
  • sal
  • pimienta
Elaboración
  • Pelar los ajos y exprimir los limones.
  • En el vaso de la batidora, introducir los garbanzos, la pasta tahina, los dientes de ajo, el zumo de limón, el comino, una pizca de sal y pimienta.
  • Triturar hasta obtener una crema homogénea y verterlo en un cuenco para servir. Si queréis una textura más fina podéis añadirle caldo de la cocción de los garbanzos.
  • Cubrir con un film transparente y dejar enfriar en la nevera al menos 30 minutos.
  • Servir con una pizca de pimentón encima, el aceite y decorar si se desea con perejil.